Llegaron las fiestas navideñas. Es la época de los grandes regalos esperados durante todo el año. Ya sea para Papá Noel o los Reyes Magos, algunos ya los tienen comprados desde principios de diciembre. Otros esperan a última hora porque nunca les ha gustado comprar. Pero, nos agrade más o menos, en esta época todos pasamos al menos una vez por caja.
Y los que tienen hijos, sobrinos o criaturas a las que hay que regalar algo, comparten una misma preocupación: ¿qué tipo de regalo será mejor? ¿Le compro un rompecabezas o una Tablet? ¿me apunto a las nuevas tecnologías o me aposento en los juguetes tradicionales?
Todos estamos de acuerdo en que queremos encontrar el juego más educativo, el que enseñe más, el que ayude a los niños a desarrollar su ingenio, su creatividad. Pero, ¿cuál es ese juguete ideal? El uso que se dé al juguete, así como el acompañamiento paterno y materno al juego, es esencial para el aprovechamiento completo del valor educativo del mismo, sea de la naturaleza que sea. No obstante, parece ser que sí que podría haber juguetes y juegos determinados que crearían un entorno más favorable para la adquisición de más habilidades con el lenguaje y comunicativas.
El año pasado, científicos de la Universidad del Norte de Arizona (Estados Unidos) publicaron un estudio en la revista JAMA Pediatrics en el que aseguraban que los juguetes electrónicos con luces y sonidos se asocian con un lenguaje de menor calidad y menos rico en palabras, en comparación con el intercambio oral que mantienen padres e hijos al compartir libros y juguetes tradicionales, como un rompecabezas de madera.
El trabajo, con algunas limitaciones (pequeño tamaño de la muestra y similitud de los participantes por procedencia étnica y nivel socioeconómico), extrajo algunas conclusiones interesantes:
- Mientras jugaban con los instrumentos electrónicos, los padres utilizaron menos giros conversacionales, produjeron un menor número de respuestas y emplearon menos palabras con contenido específico que cuando jugaban con los libros o rompecabezas.
- Los niños vocalizaban menos mientras jugaban con los instrumentos electrónicos que con los libros.
- Los padres usaban menos palabras durante el juego con elementos tradicionales que mientras jugaban con los libros.
Según los investigadores, el trabajo respalda los beneficios potenciales de la lectura en niños muy pequeños y la necesidad de comprar juegos tradicionales en detrimento de los electrónicos, más caros y menos provechosos a nivel educativo.
MÁS REFLEJOS, PERO MENOS INTERACCIÓN
Según los expertos, los juguetes electrónicos son muy eficaces a la hora de llamar la atención mediante la activación del reflejo de orientación, reflejo primitivo que obliga a la mente a concentrarse en nuevos estímulos visuales o auditivos. A su vez, parecen reducir la interacción con sus padres. Este sería, según los científicos, el detalle a clave, porque los turnos de conversación durante el juego no sólo sirven para que los niños aprendan a hablar, sino que también abonan el terreno para desarrollar habilidades sociales, como el respeto por los turnos y las ideas de los otros; o la adquisición de roles durante el juego.
JUGUETES TRADICIONALES: DE MODA
Los tiempos modernos han transformado la forma de pedir los juguetes. La realidad es que los niños siguen pidiendo juguetes clásicos, pero “tuneados” y adaptados a hoy en día: luces, sonidos, más accesorios, etc. Un ejemplo es el clásico juego del Monopoly, que ahora presenta una nueva forma basada en pago con tarjeta de débito. La maquinita de cobro les da una nueva diversión a los niños a través de una mayor interactividad y con dispositivos electrónicos, al tiempo que mantiene la esencia del juego tradicional.
El empuje del juego tradicional se mantiene, en parte, por el empeño de los más mayores a que se siga jugando con productos de toda la vida, porque se mantiene la idea de que éstos requieren un papel activo del niño o niña que les hace desarrollar la imaginación. Por el contrario, los juegos electrónicos hacen de todo por sí solos y limitan la actividad de la criatura.
Pero no podemos negar que el juguete electrónico pisa cada vez más fuerte, sobre todo en forma de tabletas educativas o muñecos interactivos que imitan sentimientos. Tampoco podemos negar que aquí están para quedarse, de modo que lo mejor que se puede hacer es ayudar a los más pequeños, como todo, a darles un buen uso.
Es una buena época para hablar del concepto de infancia hiperregalada, término que se acuñó hace ya algunos años y que se refiere a niños que reciben un gran volumen de regalos, en cualquier época del año y, lo más importante, sin excusa alguna. Se estima que el 80% de los niños españoles reciben cinco o más regalos durante las fiestas y que muchos reciben 10 veces más regalos de los que necesitan. Hay muchos motivos por los cuales hemos llegado a este punto, como por ejemplo: La consecuencia de todo esto, según los expertos, es la frustración y la denominada “anestesia emocional” (apatía) de los niños, que ven limitada su capacidad de imaginación, de ilusión y de dar valor a las cosas, y que dejan de esforzarse por conseguir lo que quieren, porque les resulta fácil conseguirlo. Y, cuando lo consiguen, lo desechan al segundo día. Señal que no lo necesitaban. Otras consecuencias son la sobreestimulación, puesto que se sienten sobrepasados y acaban, bien por no disfrutar de nada, bien por decantarse por sólo uno de la multitud de regalos recibidos; o la poca tolerancia a la frustración, por no entender el sacrificio que representa adquirir cada uno de los regalos y creer que el dinero cae del cielo. Vivimos confundidos. Les regalamos multitud de cosas sin entender que lo que realmente necesitan es que vivamos los regalos con ellos, que los compartamos, que los disfrutemos tanto como ellos. En resumen: que pasemos tiempo con ellos.