martes , 8 octubre 2024
Puede la tecnología generar estrés. Hablamos del tecnoestrés.

Tecnología: ¿una fuente de estrés?

En la era digital, la tecnología se ha convertido en una parte integral de nuestras vidas. Desde teléfonos inteligentes hasta computadoras y dispositivos portátiles, estamos constantemente conectados y rodeados de aparatos. Si bien la tecnología ha facilitado muchas tareas y mejorado la eficiencia en diversos aspectos de nuestra vida, también tiene un lado oscuro. La constante exposición a dispositivos tecnológicos puede generar estrés y afectar negativamente nuestra salud mental. Así, en medio de esta aparente prosperidad tecnológica, surge una preocupación cada vez mayor: ¿puede la tecnología ser una fuente de estrés?

Datos recientes revelan que el estrés relacionado con la tecnología se ha convertido en una realidad desafiante para muchas personas. De hecho, ya se ha acuñado el término “tecnoestrés“. Según estudios recopilados, más del 60% de la población mundial reporta sentirse estresada o abrumada por el uso excesivo de dispositivos electrónicos y la constante disponibilidad en línea. Asimismo, según un informe reciente de la American Psychological Association (APA), la relación entre tecnología y estrés es cada vez más evidente. El trabajo reveló que el 65% de los adultos encuestados se sentían estresados debido al uso excesivo de la tecnología, mientras que el 35% manifestaron sentirse constantemente “conectados” y “atrapados” por los dispositivos electrónicos.

Estos hallazgos demuestran que la tecnología, a pesar de sus beneficios, también puede tener un impacto significativo en nuestra salud mental y emocional.

¿CUÁLES SON LOS ASPECTOS MÁS ESTRESANTES?

  1. Sobrecarga de información: en la era de las redes sociales y los medios de comunicación en línea, estamos constantemente bombardeados con noticias y actualizaciones, muchas veces sin filtro ni verificación. Esto puede generar ansiedad y estrés, ya que nos vemos abrumados por tal cantidad de información y nos sentimos presionados para mantenernos al día en todo momento.
  2. Dependencia y adicción: los avances tecnológicos han creado una sociedad cada vez más dependiente de los dispositivos electrónicos. La adicción a los teléfonos inteligentes y las redes sociales es una realidad preocupante. Pasar demasiado tiempo frente a una pantalla puede llevar a una disminución en la calidad de las relaciones interpersonales, la productividad y el bienestar general. Un estudio publicado en la revista Computers in Human Behavior en 2016 encontró que el uso frecuente de teléfonos móviles y redes sociales puede aumentar los niveles de estrés en los usuarios, particularmente en aquellos que lo perciben como una adicción.
  3. Falta de desconexión y aceleración del ritmo de nuestras vidas: la tecnología ha borrado las barreras entre el trabajo y la vida personal. Ahora estamos disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana, lo que dificulta establecer límites saludables. La necesidad constante de estar conectados puede llevar a un agotamiento mental y emocional. El uso de tecnología para el trabajo durante el tiempo personal (como responder a correos electrónicos de trabajo después de horas) puede interferir con el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, lo que puede aumentar el estrés y reducir la satisfacción laboral.
  4. Problemas técnicos: cuando la tecnología no funciona correctamente, puede causar frustración y estrés. Esto puede ser particularmente cierto para aquellos que dependen de la tecnología para su trabajo o comunicación diaria. Estos problemas pueden materializarse en forma de fallos de software, bloqueos o lentitud del sistema, entre otros muchos. Un estudio realizado por la empresa de investigación OnePoll (2020) encontró que el 77% de los encuestados se sentía frustrado cuando su tecnología no funcionaba correctamente. La pérdida de tiempo que conlleva solucionar estos problemas, así como la presión por resolverlos, puede aumentar aún más el estrés.
  5. Ansiedad por la desconexión (FOMO, por sus siglas en inglés): la dependencia de la tecnología puede llevar a, literalmente, “miedo a perderse algo (FOMO)”. Según un estudio publicado en la revista International Journal of Computer-Mediated Communication en 2018, los investigadores encontraron que el miedo a perderse algo en las redes sociales y la ansiedad por la desconexión estaban relacionados con un mayor uso problemático de las redes sociales y una mayor angustia emocional.
  6. Ciberacoso: las plataformas de medios sociales y otros foros en línea pueden exponer a las personas al ciberacoso, lo que puede causar estrés y angustia.
  7. Inseguridad en línea: las preocupaciones sobre la privacidad y seguridad en línea también pueden ser una fuente de estrés.

Desde la sobrecarga de información hasta la presión constante de estar siempre disponible, la tecnología ha impuesto nuevas demandas en nuestras vidas, lo que ha generado una fuente adicional de estrés. El fenómeno del “síndrome de desconexión” se ha vuelto cada vez más común, y la incapacidad para desconectarse de la tecnología puede llevar a problemas de salud mental como ansiedad, agotamiento y falta de concentración.

Es importante tener en cuenta que la tecnología por sí sola no es necesariamente la causa del estrés. La forma en que usamos la tecnología, nuestras actitudes hacia ella, y el equilibrio que logramos entre el tiempo en línea y fuera de línea, juegan un papel crucial en la influencia de la tecnología en nuestro bienestar. Para manejar el estrés relacionado con la tecnología, los expertos aconsejan establecer límites saludables con el uso de la tecnología, practicar la “desconexión digital” regularmente, y buscar ayuda cuando sea necesario.

En un mundo cada vez más conectado, el poder de controlar nuestra relación con la tecnología radica en nuestras manos. Abrazar la desconexión y buscar apoyo cuando sea necesario son los pasos valientes hacia una vida más plena y en armonía con la era digital.

Sobre Núria Llavina

Experta en divulgación médica y científica, Núria es periodista por la Universitat Autònoma de Barcelona y posgrado en procesos editoriales por la Universitat Oberta de Catalunya.

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