Es fácil comunicar nuestro estrés a los demás, a veces sin siquiera darnos cuenta. El ejemplo más claro lo tenemos en compañeros y familiares de soldados que sufren trastorno de estrés postraumático (TEPT) después de servir en el ejército. Se ha constatado que los primeros también muestran síntomas del trastorno a pesar de no haber ido nunca a la guerra.
El estrés puede llegar a ser contagioso. En un nuevo estudio publicado en Nature Neuroscience, investigadores del Hotchkiss Brain Institute de la Universidad de Calgary (Canadá) han descubierto que el estrés transmitido por otros puede cambiar el cerebro de otras personas de la misma manera que lo hace un estímulo estresante verdadero. El estudio se ha realizado en ratones.
EL ESTUDIO
El equipo de investigación estudió los efectos del estrés en parejas de ratones machos o hembras. Primero extrajeron un miembro de la pareja y lo expusieron a un estrés leve antes de volverlo a reencontrar con su compañero. Luego examinaron en cada ratón las respuestas de una población específica de células, las neuronas CRH, que controlan la respuesta del cerebro al estrés. El análisis reveló que las redes cerebrales tanto del ratón estresado de verdad como de la pareja se alteraron de la misma manera.
Lo que hicieron después los científicos permite corroborar estos resultados. Con métodos optogenéticos (genética y luz), controlaron la activación de las neuronas del estrés del ratón no sometido a un estrés real, impidiendo así los cambios en el cerebro que normalmente tendrían lugar después del estrés. Así, cuando silenciaron las neuronas de la pareja durante su interacción con el ratón estresado, el estrés no se transfirió al compañero. Por el contrario, cuando activaron de nuevo estas neuronas, incluso en ausencia de estrés, ambos cerebros se modificaron tal como lo harían después de un factor estresante real.
El motivo de este “contagio” se debe, según los científicos, a la liberación de una señal química que funciona como una “feromona de alarma” de un ratón hacia el otro. Además, el compañero que detecta la señal puede, a su vez, alertar a otros miembros adicionales del grupo. Esta propagación de señales de estrés revela un mecanismo clave para la transmisión de información que puede ser crítica en la formación de redes sociales en diversas especies.
TU ESTRÉS ES MI ESTRÉS
La “empatía” hacia el estrés que os acabamos de describir muestra también que la capacidad de sentir el estado emocional de otra persona es una parte clave para crear y construir vínculos sociales. En este sentido, el estudio también ha mostrado que los efectos del estrés en el cerebro se invierten en ratones hembra después de una interacción social. Esto no ocurre, al parecer, en los ratones macho.
Esta investigación indica que el estrés y las interacciones sociales están intrincadamente relacionadas. Las consecuencias de estas interacciones podrían ser, además, duraderas, e influir en los comportamientos en un momento posterior.
Los resultados de este trabajo son importantes si tenemos en cuenta que los cambios cerebrales asociados con el estrés son la base de muchas enfermedades mentales como el TEPT, los trastornos de ansiedad y la depresión.
No es la primera vez que un estudio se enfoca en cómo las emociones de uno pueden influir en los demás. En Salud entre líneas ya os hablamos, por ejemplo, de cómo el mal humor, y el bueno, se expanden como un virus. Parece ser que las experiencias o tensiones de otras personas pueden cambiarnos de una manera que aún no se comprende del todo.
Fuente | Universidad de Calgary