¿Quién no se ha sentido fatal en un espacio donde impera el mal rollo? ¿Quién no se ha contrariado por los malos humos de un compañero de trabajo? O al revés: ¿quién no se ha dejado llevar por momentos de alegría o por la emoción de un amigo?
Son varios ya los trabajos que han confirmado que el mal humor influye en la capacidad para trabajar y que puede contagiarse a las personas de alrededor. ¿Cómo se explica este fenómeno? La respuesta está en el contagio emocional, concepto del que se habló por primera vez en 1994, cuando los psicólogos Elaine Hatfield y John Cacioppo, junto con el historiador Richard Rapson hablari, lo incluyeron en su obra Emotional Contagion.
Este concepto, también protagonista de un estudio del 2012 llevado a cabo por investigadores de las universidades de Texas y de California, define un proceso de tres fases en el cual los sentimientos de una persona son transferidos a otra persona (algunos especialistas la han llegado a denominar “forma rudimentaria de empatía”, para facilitar su comprensión). Según esta investigación más reciente, la primera fase involucra el mimetismo inconsciente, en la que el individuo copia sutilmente las señales no verbales de otra persona (postura, expresiones faciales y movimiento). Durante la última fase, los individuos comparten su experiencia hasta que sus emociones y comportamiento se sincronizan.
En 2007, investigadores de la Escuela de Psicología de la Universidad de Pennsylvania contaban de forma parecida que el mal carácter puede atraparse sin siquiera saberlo, y es esto lo que lo hace tan traicionero. La explicación es que las personas imitaríamos de manera inconsciente las expresiones y conductas de los que nos rodean, junto con el carácter que puedan mostrar. O sea, de nuevo el contagio emocional.
NEURONAS ESPEJO Y BUENOS HUMOS
Según algunos avances en neurociencia, el contagio emocional se encuentra estrechamente ligado al descubrimiento de las neuronas espejo (un tipo de células cerebrales, dispersas, que actúan como redes inalámbricas, rastreando el flujo neuronal, el movimiento y las interacciones entre las personas). Estas neuronas explican el hecho de que, al interactuar, dos seres humanos tengan activadas en el cerebro las mismas áreas.
Por fortuna, según la teoría del contagio emocional, el buen carácter también es contagioso, así como el optimismo, el entusiasmo, el enfado o la frustración.
ALZHEIMER Y CONTAGIO EMOCIONAL
Un trabajo llevado a cabo por investigadores de la Johns Hopkins University confirmaba en 2013 que los pacientes con enfermedad de Alzheimer (EA) o con problemas prematuros de pensamiento y memoria tienden presentar niveles elevados de “contagio emocional”, es decir, una tendencia mayor a imitar las emociones de las personas de su entorno.
Esto ocurriría, sobre todo, en las etapas tempranas de la enfermedad: a medida que se deteriora la capacidad de memoria y pensamiento, se produce un incremento de otros procesos emocionales. De hecho, el aumento del “contagio emocional” en el estudio se produjo en paralelo con el incremento del daño en el lóbulo temporal derecho del cerebro, lo que refleja cambios biológicos en el sistema neural.
Este incremento hacia otros procesos emocionales provoca que, a medida que avanza la enfermedad, si los cuidadores están ansiosos o enfadados, los pacientes captarán y copiarán esas emociones. Por el contrario, si el cuidador está tranquilo y alegre, los pacientes imitarán esas emociones positivas.
Así pues, las personas con Alzheimer utilizan este fenómeno para conectarse con las personas que tienen a su alrededor, aunque no entiendan la situación social en la que se encuentran. Este trabajo incide en la importancia del bienestar tanto de enfermos de Alzheimer como de sus cuidadores.
Fuentes | CEAFA
Soi una enganchada a vuestros articulos me encantan animo y seguir asi son articulos muy interedantes , pero tambien descansar y disfrutar del versno un saludo de una seguidora besos y buenas vacaciones
Muchas gracias Lucía!!! Descansaremos… pero volveremos! 🙂 Feliz verano!