En tiempos de COVID-19, nos han pasado muchas cosas nuevas que parece que han venido para quedarse. Una de ellas es el teletrabajo. Muchas empresas han descubierto que es algo rentable. Y lo que es rentable para una empresa, suele permanecer. Las cifras comienzan a hablar: el teletrabajo durante estos últimos meses ha ascendido al 34% de los trabajadores.
HOLA TELETRABAJO, ADIÓS A LA TIRANÍA DEL RELOJ
Aún hoy en día la amplia mayoría de personas trabajamos con la idea tradicional de que se nos paga por las horas que trabajamos. Esta “tiranía del tiempo” emergió con la industrialización. Sirenas y silbidos marcaban las horas en que las personas tenían que desfilar hacia el trabajo o hacia casa.
¿Y si la tiranía del reloj tuviera las horas contadas? El trabajo a distancia impuesto por el nuevo virus ha concedido a muchas personas una cierta aréola de libertad con respecto al reloj. Y esta ha proporcionado a muchas personas mejoras personales y una mayor productividad. Porque el teletrabajo permite una verdadera flexibilidad que permite llevar a los niños al colegio, ir al médico, ir a comprar en 5 minutos, recibir un paquete o atender al reparador de la persiana que se te acaba de romper. En otras palabras: se acabaron los malabares con los horarios.
Cierto es que el trabajo a distancia no es posible para todo el mundo, pues existe un extenso registro de industrias en que la gente debe trabajar de forma presencial. Pero, pensándolo bien, incluso en estos casos podría potenciarse que algunas de sus funciones pasaran a realizarse desde casa (reuniones, por ejemplo).
El resumen de todo esto es que, si como hemos dicho inicialmente, antes se pagaba por las horas que trabajamos, ahora se puede pagar a los empleados por las tareas que realizan y por los proyectos que culminan, con independencia del tiempo en que lo realizan.
NO TODO ES TAN BUENO, EN EL TELETRABAJO
Leyendo lo de más arriba, parece que todo son cosas buenas. No obstante, este nuevo horario conlleva riesgos: ¿Qué pasaría si dejamos de separar entre el trabajo y la vida personal? ¿Qué pasa si desconectamos tanto de los compañeros que ya ni necesitamos hablar con ellos? Veamos algunas cosas que hay que vigilar de cerca si no queremos que el teletrabajo se convierta en algo contraproducente.
1. Teletrabajo forzado, menos autonomía y conciliación
El origen del teletrabajo reside en la voluntad de flexibilizar la jornada laboral, ofreciendo a la vez autonomía y bienestar emocional. El teletrabajo «forzado» por la COVID-19 puede llegar a originar el efecto contrario: reducir la autonomía y repercutir negativamente en la conciliación, sobre todo cuando toda la familia está en casa y hay que combinarse todo con el cuidado del hogar y de los hijos.
A todo ello, hay que sumarle el posible estrés generado por la incertidumbre y lo extraño de la situación. Nos estamos adaptando de forma repentina a todo: al teletrabajo, a la soledad del confinamiento, a la añoranza profunda hacia familiares y amigos, al miedo a las olas que puede traer la pandemia, etc. Todos estos sentimientos pueden afectar nuestra capacidad para concentrarnos en cualquier tarea. Los efectos no solo se exacerban en aquellos con afecciones de salud mental preexistentes, sino que incluso una persona previamente estable puede experimentar síntomas traumáticos. Todo esto puede influir en la capacidad de cualquier persona para desempeñarse como profesional en cualquier entorno.
2. Mayor aislamiento social y laboral
El teletrabajo elimina el ambiente laboral y favorece el aislamiento del individuo, con todas las consecuencias psicológicas que ello conlleva. Asimismo, aunque existen muchas herramientas para conectar entre compañeros, ya sea mediante chat o videollamada, nada es mejor que sentarse en una mesa y trabajar codo con codo. ¡Somos animales sociales!
3. Posible dejadez
Trabajar desde casa no debe implicar hacerlo en pijama y zapatillas. Es recomendable mantener el aseo tal como si se fuera a trabajar a la oficina. Ayudará al rendimiento laboral y también al bienestar persona.
4. Los horarios se difuminan
¡Los horarios no deben desaparecer! Es más, deben estar más presentes que nunca, pues es muy fácil caer en la tentación de trabajar muchas más horas o de hacerlo en horas intempestivas para demostrar más competencia. Lo único que se logra al final es, en lugar de mejorar la calidad de vida, empeorarla (con uno mismo y con los allegados).
5. Nuevas distracciones
Es posible que los nuevos compañeros de trabajo no sean tan respetuosos como nos gustaría. Parejas, hijos, animales domésticos y otros compañeros de casa tienen sus propias prioridades y agendas que normalmente no casan con las necesidades de concentración laboral. Un dato importante: el cuidado adicional de los niños, incluida la educación desde casa, y las responsabilidades de las tareas del hogar, impacta de forma desproporcionada en las mujeres, a la vez que ambos sexos intentan mantener sus cargas de trabajo anteriores.
6. Mayor tiempo de pantalla
Varios estudios a lo largo de los años han constatado que el tiempo que dedicamos a la tecnología puede producir impactos negativos en nuestras funciones cerebrales, niveles de dopamina, comportamiento sedentario, patrones de sueño y visión. Dado que ahora más que nunca nuestro trabajo depende de las pantallas, estos son efectos que deben tenerse en cuenta.
7. Cambio constante
Incluso el más ágil a la hora de adaptarse a los cambios debe admitir que la multitud de información reciente en relación con la COVID-19 es abrumadora. Como resultado, algunas industrias están constantemente cambiando sus políticas, procedimientos y regulaciones. Navegar por estos cambios constantes es agotador y frustrante para muchos.
8. Formación inadecuada
Si bien es indudable que muchos se apoyan más que nunca en la tecnología, en muchos casos el uso esperado de nuevas plataformas se ha llevado a cabo sin una formación adecuada. Esto hace que muchos pierdan un valioso tiempo de trabajo tratando de negociar esta curva de aprendizaje.
Parece existir un umbral de tiempo dedicado al teletrabajo a partir del cual el rendimiento laboral decrece, lo que constata que quizás lo mejor sería un equilibrio entre el trabajo presencial y la conexión virtual, aprovechando así lo bueno de ambas formas de trabajar. Todo llegará, ¡si la COVID nos deja!