A nadie le gusta preocuparse. A todos nos gustaría vivir tranquilos y sin espantos. Pero como ocurre con todo en esta vida, la existencia de lo bueno implica la existencia de lo malo, del mismo modo que para bajar unas escaleras hay que estar en el escalón más alto. Todo sentimiento, si no se experimenta de manera excesiva, tiene un beneficio a nivel biológico, aunque nuestro subconsciente no siempre nos permita detectarlo y lo maldigamos cuando lo padecemos. Todos usamos nuestras emociones, tanto las percibidas como buenas como las percibidas como malas, como fuente de información al hacer juicios y decisiones.
Esto también ocurre con la preocupación. ¿Dónde reside el lado positivo de preocuparse?
A pesar de su reputación negativa, no todas las preocupaciones son destructivas o inútiles. También tiene beneficios a nivel motivacional, y actúa como un amortiguador emocional. Kate Sweeny, profesora de psicología de la Universidad de California, ha publicado un nuevo artículo hablando de este tema a raíz de un trabajo publicado en la revista Social and Personality Psychology.
Evidentemente, en este artículo hablamos de niveles moderados de preocupación que pueden aportar beneficios en términos biológicos. Esto también ocurre, por ejemplo, con el estrés. Nada más lejos de nuestra intención. No estamos abogando por niveles extremos de preocupación, los cuales son perjudiciales para la salud. Hablamos de preocuparnos en niveles correctos, que siempre es mucho mejor que no preocuparse en absoluto.
LA PREOCUPACIÓN, UNA PERFECTA PROTECTORA
Del mismo modo que decimos que tener miedo en algunos casos puede ayudar a ser precavido, la preocupación juega un papel importante en el comportamiento preventivo y protector: nos conduce a evitar acontecimientos desagradables. En este sentido, la preocupación estaría asociada con la recuperación de acontecimientos traumáticos, la planificación, la recuperación de la depresión y la participación en actividades que promueven la salud y previenen la enfermedad.
Además, las personas que muestran niveles mayores de preocupación podrían desempeñarse mejor en la escuela o en el lugar de trabajo, buscar más información en respuesta a acontecimientos estresantes y participar de forma más exitosa en la resolución de problemas.
MOTIVANDO LA ACCIÓN
El poder motivacional de la preocupación se ha vinculado con la conducta preventiva de la salud, como el uso del cinturón de seguridad. Y ya en otra cuestión, un estudio mostró que los sentimientos de preocupación por el cáncer de piel eran predictores del uso de protectores solares. También los participantes que mostraron mayor preocupación con respecto al cáncer realizaron más autoexploraciones de mama y se sometieron a pruebas de detección de cáncer mamario.
Así pues, existe una relación directa entre la preocupación y la motivación por hacer algo al respecto. Aun así, es importante indicar que se requiere una cantidad correcta de preocupación para que ésta nos motive sin paralizarnos. En otras palabras: un exceso de preocupación puede dejarnos inmóviles.
Se han dado tres explicaciones son respecto a los efectos motivadores de la preocupación:
1. La preocupación sirve como señal de que una situación es grave y requiere acción.
2. Preocuparse por un factor estresante lo mantiene en el centro de atención y nos empuja hacia la acción.
3. El desagradable sentimiento de preocupación nos motiva a encontrar maneras de reducirlo.
El ejemplo más claro de este beneficio relacionado con la motivación está en cuando creamos un “plan B” ante la posibilidad de recibir malas noticias a algo que estábamos esperando.
AMORTIGUADOR EMOCIONAL
Y aquí hablamos un poco de lo que comentábamos al inicio de este artículo. La preocupación también puede beneficiar el estado emocional al servir como punto de referencia emocional. Comparado con el estado de preocupación, cualquier otro sentimiento es placentero por contraste. En otras palabras, el placer que proviene de una buena experiencia se acentúa si es precedido por una mala experiencia.
Dicho de otro modo, si la preocupación por un resultado futuro es suficientemente intensa y desagradable, la respuesta emocional al resultado final siempre parecerá más placentera en comparación con el anterior estado de preocupación. Así, la preocupación actuaría como un amortiguador emocional: nos preparamos para lo peor y abrazamos una perspectiva pesimista para mitigar la posible decepción, a la vez que impulsamos la emoción si la noticia es buena. Por lo tanto, la preocupación siempre tiene una recompensa emocional después del momento de la verdad.
Ejemplo: “Estoy preocupado porque voy a suspender el examen”. Nos ponemos en lo peor. Si suspendemos, ya lo esperábamos. Si aprobamos, impulsamos la emoción positiva a niveles mucho mayores.
Fuente |Universidad de California