La relación entre estrés y corazón es bien conocida. Cuando estamos estresados tenemos más tendencia a hacer cosas que son tradicionalmente malas para el corazón, tales como fumar, beber demasiado o comer alimentos ricos en grasa, azúcar o sal.
Pero el estrés en sí mismo también puede, si se alarga en el tiempo y se hace crónico, aumentar las probabilidades de cardiopatía al incrementar la presión arterial, la inflamación generalizada del cuerpo, y el colesterol y los triglicéridos. Un estado extremo de estrés puede incluso hacer que nuestro corazón palpite fuera de ritmo.
Un estudio reciente publicado en The Lancet ha proporcionado una nueva perspectiva sobre el posible mecanismo por el cual el estrés puede conducir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. La cosa se centra en el aumento de la actividad en la amígdala, una región del cerebro involucrada en el estrés.
En estudios anteriores en animales se había detectado un vínculo entre el estrés y una mayor actividad en la médula ósea y las arterias, pero nunca ha logrado aclararse si esto también se aplica a los seres humanos. Otras investigaciones también han constatado que la amígdala se encuentra más activa en personas con trastorno de estrés postraumático, ansiedad y depresión. Lo novedoso de este estudio es que por primera vez se ha identificado la región del cerebro que vincularía el estrés con el riesgo de cardiopatías.
UNA REACCIÓN EN CADENA
Para el estudio, 293 pacientes recibieron una tomografía por emisión de positrones/tomografía computarizada (TEP/TC) que registró imágenes del cerebro y la médula ósea, así como de la actividad del bazo y la inflamación de las arterias. Posteriormente se hizo un seguimiento de 3,7 años de media para observar el desarrollo potencial de enfermedad cardiovascular. En el transcurso de este tiempo, 22 pacientes desarrollaron complicaciones cardiovasculares que incluyeron ataque cardíaco, angina de pecho, insuficiencia cardíaca, accidente cerebrovascular y enfermedad arterial periférica.
El resultado importante es que aquellos con mayor actividad amígdala mostraron un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular posterior, así como desarrollaron problemas más pronto que aquellos con menor actividad.
Los investigadores también encontraron que una mayor actividad en la amígdala estaba relacionada con el aumento de la actividad de la médula ósea y la inflamación en las arterias. Esto, a su vez, puede causar también un aumento del riesgo cardiovascular. Los autores sugieren un posible mecanismo biológico a todo esto: la amígdala indicaría a la médula ósea la necesidad de producir glóbulos blancos adicionales. Estos, a su vez, actuarían sobre las arterias provocando el desarrollo de placas y su posterior inflamación, lo que puede causar ataque cardíaco y accidente cerebrovascular.
SOCIEDAD ESTRESADA
Según los expertos, estos resultados proporcionan una visión única de cómo el estrés puede conducir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Por lo tanto, la lucha por la reducción del estrés no debería ir sólo encaminada a la mejora de la sensación de bienestar psicológico, sino que éste debería tratarse como un factor de riesgo más de cardiopatías, igual de importante que otros.
Esto acontece especialmente importante dado el aumento descontrolado de casos de estrés crónico que se ha producido en la última década. Cargas de trabajo pesadas, inseguridad en el trabajo o problemas económicos son circunstancias que pueden dar lugar a un aumento del estrés crónico, que a su vez puede conducir a trastornos psicológicos crónicos como la depresión.
Se requieren más estudios a gran escala para confirmar el mecanismo. Según los expertos, no todo puede explicarse por la producción adicional de glóbulos blancos y la posterior inflamación, y sospechan que debe haber mecanismos adicionales a éste. Además, el estudio ha sido a pequeña escala. En todo caso, y a pesar de estas limitaciones, los investigadores sugieren que los resultados podrían conducir a nuevas maneras de tratar el riesgo cardiovascular relacionado con el estrés.