Si alguna vez has oído hablar de la ketamina, probablemente haya sido por su consumo generalizado como droga recreativa en las largas noches de fiesta. Lo que quizás aún no sabes es que podría tener un valor terapéutico como lo tiene la marihuana. De hecho, ya hace 20 años que se considera uno de los mayores avances en el tratamiento de la depresión grave.
El uso clínico de la ketamina está aumentando. La versión intranasal fue aprobada por la Food and Drug Administration de Estados Unidos en marzo del 2019, bajo el nombre de esketamina (es un fármaco que se utiliza desde hace años como anestésico). En Europa se aprobó a finales de ese mismo año.
¿Cómo puede una droga ser tan prometedora y peligrosa la vez? La respuesta radica en cómo esta afecta al cerebro. En algunos casos, y con atención médica experta, esto puede ser algo bueno. Pero cruzar esta línea puede ser un gran problema. Veamos por qué la ketamina, que puede dejarte inconsciente, puede ser tan prometedora si se utiliza de forma controlada y bajo supervisión médica.
KETAMINA PARA EL DOLOR
La ketamina comenzó como medicamento anestésico en la década de 1960, en los campos de batalla de la Guerra de Vietnam y en los quirófanos. El motivo es que, en dosis más bajas, puede ayudar a aliviar el dolor. En concreto, la ketamina amplifica la acción de los sedantes y puede ayudar a que las personas requieran menos analgésicos adictivos, como la morfina, después de una cirugía o durante el tratamiento con quemaduras.
No obstante, cuando se usa de forma incorrecta, la ketamina puede afectar los sentidos de la vista y el oído. Pueden desarrollarse alucinaciones y hacer que la persona se sienta somo si estuviera fuera de entorno e incluso de sí mismo. Puede dificultar el hablar o el movimiento, e incluso está detrás de muchas agresiones sexuales.
KETAMINA PARA LA DEPRESIÓN
En la actualidad, hay en curso varias investigaciones en las que se está examinando si la ketamina pudiera ayudar a tratar también la depresión profunda, una de las primeras causas de discapacidad en el mundo. La hipótesis es que, cuando una persona responde a la ketamina, se reducen rápidamente las tendencias suicidas (pensamientos y actos que amenazan la vida) y se alivian otros síntomas graves de depresión. Asimismo, también puede ser eficaz para tratar la depresión combinada con la ansiedad.
En estos estudios, a las personas con depresión profunda se les suele administrar la ketamina de dos maneras, por vía intravenosa o nasal (aún no se sabe cuál es el método más eficaz), más o menos una vez a la semana, bajo supervisión médica. En algunas personas ha aliviado los síntomas en tan solo unas horas, si bien los resultados son variables: en algunos estudios, hasta un 85% de las personas mostró mejora. El resto no ha manifestado beneficios.
Asimismo, algunas personas de estos estudios han desarrollado visión o sonido distorsionados. Por ello, el objetivo es encontrar una dosis que sea suficiente para aliviar la depresión sin que provoque efectos secundarios no deseados, y para que los posibles beneficios puedan superar los posibles riesgos. Además, al igual que los opioides, la ketamina tiene propiedades adictivas, algo importante a comprender y sopesar los riesgos y los beneficios, sobre todo si la persona tiene antecedentes de abuso de sustancias.
En una revisión del 2019 en el que se incluyeron 2 revisiones Cochrane, 14 metaanálisis y 15 ensayos, en 14 de las publicaciones la ketamina proporcionó un rápido efecto antidepresivo con una eficacia máxima alcanzada a las 24 h. Su efecto duró 1 a 2 semanas después de la infusión, pero se ha informado poco sobre un efecto a más largo plazo.
¿POR QUÉ LA KETAMINA PODRÍA SER MEJOR QUE UN ANTIDEPRESIVO CLÁSICO?
Las personas suelen tomar antidepresivos durante algunas semanas, incluso meses, antes de empezar a hacer efecto, pues primero deben acumularse en el sistema para que surtan efecto. Además del tiempo, a veces es necesario probar varios medicamentos o enfoques para obtener alivio.
La ketamina es diferente. Sus efectos sobre la depresión ocurren cuando abandona el cuerpo. Aunque aún se desconoce el porqué, se cree que esta provoca que las conexiones vuelvan a crecer entre las células cerebrales que participan en el estado del ánimo, los patrones de pensamiento y la cognición. También podría reducir las señales involucradas en la inflamación, que se ha relacionado con los trastornos del estado del ánimo, o facilitar la comunicación dentro de áreas específicas del cerebro. Lo más probable es que la ketamina actúe de varias formas al mismo tiempo, muchas de las cuales están en estudio.
¿Funcionará y será seguro a largo plazo? Los médicos aún no lo saben, y los científicos todavía la están probando. Lo que está claro es que, si la ketamina saca a las personas de las profundidades de la depresión, es lo último que podría esperarse de un medicamento que puede dejarte inconsciente.
EL LADO OSCURO DE LA KETAMINA
Cuando se usa de forma recreativa en dosis altas, las personas pueden sentir que están en lo que se conoce como “agujero K“. Esto sucede cuando se está a punto de perder el conocimiento, y se ha comparado con una experiencia de muerte cercana. Estos otros efectos secundarios también necesitan atención médica de urgencia:
- Orina con sangre o turbia
- Dificultad para orinar o necesidad de orinar con frecuencia
- Labios, piel o uñas pálidos o azulados
- Visión borrosa
- Dolor, malestar u opresión en el pecho
- Falta de aire, dificultad para respirar o falta de aire
- Confusión
- Convulsiones
- Problemas para tragar
- Mareos, desmayos, aturdimiento o desmayos
- Latido cardíaco rápido, lento o irregular
- Urticaria, picazón, erupción
- Alucinaciones
- Párpados, cara, labios o lengua hinchados o hinchados
- Transpiración
- Sentirse demasiado emocionado, nervioso o inquieto
- Cansancio o debilidad inusuales
FUENTES: WebMD, Harvard Health Publishing, Ketamine and depression: a narrative review,